Pasta a la carbonara
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¿Cómo es la auténtica receta de la pasta a la carbonara?

¿Alguien en la sala a quien no le guste la pasta? Básicamente para no dirigirle la palabra… 😁

Porque la pasta, en todas sus formas y variantes es, sin lugar a dudas, uno de los alimentos más versátiles, universales y deliciosos que existen. Desde los espaguetis hasta los rigatoni, pasando por penne, fettuccine o tagliatelle, la pasta forma parte indispensable de la dieta cotidiana de millones de personas en el mundo, especialmente de los países mediterráneos. 

Su sencillez, combinada con la capacidad de absorber sabores, la convierte en una base ideal para crear platos increíbles a los que puedes añadir de todo. Uno de los más conocidos y versionados es la pasta a la carbonara. Sin embargo, pocas recetas han sufrido tantas reinterpretaciones – o más bien, malas interpretaciones – como esta joya de la cocina italiana. 

En tu casa, ¿cómo se prepara la pasta a la carbonara? ¿Estarás en el lado correcto de la historia o, por el contrario, serán uno más de los que no sigue la receta original?

¿Por qué tenemos una idea errónea de la pasta a la carbonara?

En muchas cocinas fuera de Italia, especialmente en España, Francia, Reino Unido o Estados Unidos, se ha asentado la creencia de que la carbonara es una salsa blanca elaborada a base de nata (crema de leche), bacon y, ocasionalmente, cebolla. 

Esta versión, aunque también muy sabrosa, dista profundamente de la receta original y contradice los principios básicos de la cocina italiana tradicional. La confusión proviene, en parte, del deseo de adaptar sabores al gusto local, así como de la popularización de versiones industrializadas que emplean nata para lograr una textura cremosa. Pero en la auténtica pasta a la carbonara no hay ni rastro de nata, ni cebolla ni ajo.

El origen de la pasta a la carbonara

La verdadera carbonara es un emblema de la cocina de Lazio y, más concretamente, de Roma. Sus orígenes no están del todo claros, aunque la versión más aceptada sugiere que nació a mediados del siglo XX, posiblemente durante o tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los soldados estadounidenses en Italia compartieron con cocineros locales sus provisiones de huevos y bacon para elaborar una mezcla que diera sabor a la pasta.

No obstante, el resultado final italiano, lejos de lo que hacen muchos fuera de sus fronteras, es una receta sutil, elegante y profundamente ligada a la identidad gastronómica romana.

¿Cuál es, entonces, la receta auténtica?

Primero, los ingredientes. La auténtica pasta a la carbonara requiere apenas cinco elementos: 

  • pasta fresca (tradicionalmente espaguetis, aunque también se pueden emplear otros formatos como rigatoni o tonnarelli)
  • huevos (normalmente solo las yemas)
  • queso pecorino romano (nunca parmesano)
  • guanciale (papada curada de cerdo, no bacon, aunque podría ser en su defecto)
  • pimienta negra recién molida.

La preparación es igual de sencilla como precisa: el guanciale se corta en tiras o cubos pequeños y se cocina lentamente en una sartén sin apenas aceite hasta que queda dorado y crujiente, liberando su grasa. 

Paralelamente, se cuece la pasta al dente en abundante agua con sal. 

Mientras tanto, en un bol, se baten las yemas con una generosa cantidad de pecorino rallado y pimienta negra. No se añade sal porque el queso y el guanciale ya aportan suficiente sabor salino, aunque esto siempre será a gusto del comensal.

Una vez cocida la pasta, se escurre —reservando una pequeña cantidad de agua de cocción— y se añade de inmediato a la sartén con el guanciale. Se retira del fuego y, fuera del calor directo, se incorpora la mezcla de yemas y queso, removiendo enérgicamente para que el calor residual de la pasta cocine suavemente el huevo y cree una emulsión cremosa. 

El resultado debe ser una salsa untuosa, que recubra cada hebra de pasta con una textura sedosa, sin grumos, sin líquido separado y, por supuesto, sin nata. El sabor debe ser intenso, con el punto graso y sabroso del guanciale, la potencia del pecorino y la calidez de la pimienta.

¿Vas a prepararla así a partir de ahora?

Este plato, pese a su aparente sencillez, requiere precisión y respeto por el producto. Por eso, para los italianos, alterar sus ingredientes es poco menos que una herejía gastronómica. La pasta carbonara auténtica no admite atajos ni sustituciones: no hay bacon, no hay nata, no hay crema, y mucho menos champiñones o cebolla.

En definitiva, conocer la genuina pasta a la carbonara no es solo un acto de respeto culinario, sino también una forma de apreciar la riqueza de la tradición culinaria italiana que es mucha y en todo tipo de platos. Porque a veces, la grandeza está en lo simple… y en hacerlo bien.

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